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1 Samuel 1:1-10
1 Hubo un varón de Ramataim de Zofim, del monte de Efraín, que se llamaba Elcana hijo de Jeroham, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efrateo. 2 Y tenía él dos mujeres; el nombre de una era Ana, y el de la otra, Penina. Y Penina tenía hijos, mas Ana no los tenía. 3 Y todos los años aquel varón subía de su ciudad para adorar y para ofrecer sacrificios a Jehová de los ejércitos en Silo, donde estaban dos hijos de Elí, Ofni y Finees, sacerdotes de Jehová. 4 Y cuando llegaba el día en que Elcana ofrecía sacrificio, daba a Penina su mujer, a todos sus hijos y a todas sus hijas, a cada uno su parte. 5 Pero a Ana daba una parte escogida; porque amaba a Ana, aunque Jehová no le había concedido tener hijos. 6 Y su rival la irritaba, enojándola y entristeciéndola, porque Jehová no le había concedido tener hijos. 7 Así hacía cada año; cuando subía a la casa de Jehová, la irritaba así; por lo cual Ana lloraba, y no comía. 8 Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿Por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos? 9 Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, 10 ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente.
En estos versos podemos observar como la historia y la vida de Ana se daba en medio de una situación muy difícil, la Palabra nos dice que ella no podía tener hijos. Ir al tabernáculo del Señor debía representar tener gozo, alegría, adorarlo, presentar nuestros sacrificios de gratitud, Dios ha sido bueno con nuestra vida, sin embargo, para Ana era difícil gozarse, porque alguien estaba señalando, diciéndole que no podría tener hijos y burlándose de ella.
Muchas de nosotras debemos de tomar la decisión que Ana tomó, no se cual sea tu necesidad, cual sea tu llanto, tu amargura, tu dolor, tu tristeza o es posible que estés bien, contenta con lo que Dios te ha bendecido, pero hoy buscas más. Ana entendió que el lugar donde debía de refugiarse y no era en lo que estaba viviendo, ella pudo tomar una actitud de queja, de hacer lo mismo que hacían con ella. Pero ella encontró el lugar correcto, ese fue el tabernáculo.
Ese lugar donde podemos ir a Dios y abrir nuestro corazón. Hoy quiero invitarte a que abras tu corazón a la presencia de Dios, ten fe, Dios cumple su palabra y aunque la promesa tardare, pronto llegará a tu vida.
Betzabe Herrera
Pastora Comunidad Hosanna